
¡Hola! ¿Cómo estás?
Estás a punto de empezar una nueva entrega de #DarseCuenta. En esta publicación quiero compartir contigo una parte de mi proceso personal que está directamente relacionada con lo que se llama masculinidad y patriarcado o mente patriarcal. Siento que la paternidad, junto con mi camino de autodescubrimiento y trabajo personal e interior, están contribuyendo a explorar y descubrir muchas de las cosas que hay en mí y con las que hasta ahora me he identificado como persona, pero que ahora ya no me sirven. Me sirvieron para vivir, o mejor dicho, para sobrevivir en muchos períodos y situaciones de mi vida, pero ahora ya no. No reflejan mi autenticidad, mi naturalidad, mi esencia en el fondo. Por lo tanto, gracias a darme cuenta de todo esto, quiero compartir contigo el hecho de que una parte del ser humano que soy, viene condicionada directamente por los valores, actitudes, comportamientos y condicionamientos que son fruto de la masculinidad patriarcal que habita en mí.
Así que, antes de entrar más en detalles, quiero decirte ya de entrada que no soy para nada experto sobre el tema de la masculinidad ni del patriarcado. Por este motivo, lo que vas a leer a continuación parte, como casi siempre en mis publicaciones, de mi propia experiencia, reflexión y aprendizaje. Así, pues, si te das cuenta de que hay cosas que no se ajustan a lo que es la masculinidad patriarcal en sí, o si la mente patriarcal o patriarcado es algo distinto a lo que aquí se expone, por favor, coméntamelo amablemente y sin reparos. Me agradará conocer y aprender más sobre el tema, ya que me estoy dando cuenta, y cada vez más, de la influencia y repercusión que hay en mí precisamente de esto.
¡Entonces, como siempre, si quieres acompañarme a navegar y descubrir la parte oscura que tod@s tenemos y que tiene sus raíces en la masculinidad vivida y ejercida, y a la influencia inconsciente de la mente patriarcal en la paternidad, continúa leyendo que empezamos!
¡Vamos a ello!
Miedo a la oscuridad
Como padre y pareja, pero sobre todo como hombre, siento miedo a una parte de mí. Es una parte oscura, no vista y que actúa a través de energías y fuerzas que van en contra del amor y de la propia vida. Que destruye, desprecia y no mira ni trata con dulzura o ternura. Una parte dura, ruda y rígida. Una parte que surge del miedo y que genera miedo y dolor, hacia dentro y hacia fuera.
Cuanto más la observo, más me doy cuenta lo estrechamente ligada que está a los valores, actitudes y comportamientos propios de la masculinidad patriarcal. Ella me asusta por lo que genera y por qué a menudo no soy capaz de verla. Cuando la veo, la puedo apreciar, la puedo comprender y, después, puedo elegir qué espacio le doy en mi vida y si quiero que esté presente o no. De todos modos, ella forma parte de mí y no puedo jugar a decir que ya no existe después de verla, que ya la he integrado por solo mirarla. No. No puedo, porque siempre vuelve a aparecer con otras formas y lenguajes más y más sutiles. Aparece en otras situaciones y experiencias que necesitan de otra mirada, otra revisión y resignificación por mi parte.
Como ves, te estoy hablando de mi experiencia con una parte oscura que está en mí. Una parte que siento que nace de las vivencias y condicionamientos integrados de la masculinidad patriarcal vivida. La veo oscura, por qué de mi experiencia con ella es cómo la veo y cómo la siento, tanto a nivel interno, pero sobre todo a nivel externo y físico. Cuando vivo y actúo a través de esta parte mía, literalmente veo la realidad de forma más oscura. Los ojos se me oscurecen, la mirada y el cuerpo cambian y adoptan posturas y gestos muy concretos y particulares.
Esta parte que está en mí, siento decirte y, con poco margen de error de equivocarme, también está en ti. No es una verdad absoluta, porque no te conozco, pero siento que tod@s, en mayor o menor medida, tenemos mimbres y aspectos de la masculinidad patriarcal dentro nuestro. Te diría incluso que esto es algo que está instalado en tod@s nosotr@s, indistintamente del género y sexo, solo por el hecho de haber vivido y crecido en una sociedad como la nuestra y de haber tenido modelos de referencia como los que hemos tenido. No obstante, es cierto que, en particular, los hombres, por el simple hecho de serlo, tenemos bastante más de peso de toda esta carga que nos acompaña desde hace generaciones y generaciones atrás. Pero a pesar de todo, soy optimista. Siento que en la actualidad tenemos muchos caminos y oportunidades para transformarla y la paternidad junto con la crianza, para mí, pueden contribuir a ello si le damos el espacio y mimo que se merece.
¿Qué me ocurre con la oscuridad?
A medida que voy creciendo y madurando como ser humano, me doy cuenta del peso que llevo a mis espaldas con respecto a conductas y condicionamientos propios de la masculinidad patriarcal. De algún modo, ellos, a través de la oscuridad que yo le otorgo a todo este contenido que está en mí, se expresan mediante diferentes mecanismos y lenguajes, tanto internos hacia mí mismo, como externos hacia los demás y el mundo. Tengo que reconocerte que me está siendo de gran ayuda para darme cuenta de ellos mi relación de pareja, y sobre todo mi relación con mi hija. Con cada una de ellas observo diferentes aspectos de la masculinidad patriarcal que llevo en mí y que me da miedo, porque sí, yo también le tengo miedo a todo lo que genera la masculinidad patriarcal, como te he comentado anteriormente. Tengo miedo de la autoridad agresiva y sin escrúpulos. Tengo miedo al dominio y a la sumisión que actúan a través de la violencia y la amenaza. No me gusta para nada el desprecio y sentirme despreciado por una supuesta superioridad que conlleva, de algún modo intrínsecamente, una mayor experiencia o connotación de mayor sabiduría sobre el otr@. No me gusta ver ni tratar al otr@ desde la confrontación o la lucha. Pero todo esto que no me gusta para nada y que me hace miedo, hay veces que actúa a través de mí como si fuera la única forma que tengo para poder relacionarme, comunicarme y expresarme. Como si no tuviera otros recursos ni herramientas para poder acompañarme y relacionarme de otras maneras más respetuosas, amables y sin miedo. Seguramente no debo ser el único que se sienta así, y ni mucho menos que actúa así a veces, ya que si miramos un poco el mundo en el que vivimos, tengo la sensación de que impera este modo de relacionarse muy por delante de otras formas más amorosas.
Ahora bien,
¿Cómo aprendemos todo esto?
¿Qué papel tendrá la crianza y la educación en todo ello?
¿Y la familia de origen o figuras de referencia?
No tengo demasiado claro cómo lo aprendemos realmente ni cómo se instaura en nosotr@s la mente patriarcal, aunque puedo intuir y apreciar que las relaciones con nuestra familia de origen, la crianza y la educación recibidas tienen grandes dosis de responsabilidad al respecto. Y como creo que la tienen para propagar los aromas y vicios de la mente patriarcal, también creo que en ellas está la posible solución. Por este motivo, me remito a algunas ideas de Claudio Naranjo que aparecen en su libro “La mente patriarcal”1 y que para mí apuntan en una buena dirección:
“No me parece remoto que éstas (autoridades políticas) comprendan -por ejemplo- cuanto bien pueden hacer favoreciendo los movimientos recientes como el homeschooling o unschooling, las escuelas para padres y en particular para las madres, y la terapia familiar para el fomento de la vida conyugal” (p.116)
“¿Cómo podemos concebir una crianza y una educación que en vez de perpetuar nuestros males promueva la salud y el desarrollo humano? …Ciertamente no a través de la educación patriarcal, que fue instaurada a comienzos de la era industrial para enseñarle a la gente a quedarse quieta, hacer caso a las autoridades y absorber información, para luego integrarse al rebaño manipulable de la sociedad industrial-consumista. Tendrá que ser una educación que se acerque más bien a las propuestas de Pastalozzi, Freinet, Dewey, Montessori, Steiner y otros que, como Whitehead, han sentido que el verdadero tema de la educación es la vida, y que entre sus fines deben ser privilegiados la emancipación y el desarrollo del amor, no solo al prójimo sino a uno mismo, a la verdad y a los valores ideales” (p. 116-117)
¿Y si hacemos caso realmente a éstas ideas?
¿Te atreves a explorarlo conmigo?

¿Quiénes somos en la oscuridad?
Como te he dicho, soy consciente de que a veces actúo mediante las formas y conductas ya explicadas, pero parando y observando un poco el porqué de todos estos mecanismos, de momento llego a la comprensión de que detrás de ellos reside el miedo. Miedo a la vida, miedo a ser visto, a ser amado, a ser vulnerable, a ser frágil… Porqué…
¿Pueden los hombres tener miedo?
Parece ser que no. Que los hombres puedan con todo y sin depender ni pedir ayuda a nadie. Y con el poder con todo, se matan a sí mismos. A su conexión interna, a su sensibilidad, a su emocionalidad, a mostrar y expresar su vulnerabilidad. A poder vivir la intimidad con otr@s seres humanos. De tú a tú. De corazón a corazón. Viviendo así, nos perdemos la posibilidad de ser quienes verdaderamente somos por mantener en vida la figura y la idea de hombre que nos hemos creído y que hemos creado. Y sinceramente, nos perdemos la vida, el amor, la paz y la armonía. Nos perdemos la posibilidad de vivir una vida íntegra y con sentido.
¿Y los padres? ¿Mostramos todo esto? ¿O la masculinidad patriarcal y el modelo de padre aprendido nos lo impiden? Piensa que el modelo de padre que tenemos en nosotr@s nace también de esta masculinidad patriarcal. Fíjate cómo vive y actúa tu propio padre en relación con sus emociones, consigo mismo, con los demás. No estoy juzgando. Solamente estoy generalizando sobre el hecho de que la mayoría de los hombres que hemos tenido de referencia tienen sus cimientos en estos atributos, conductas y condicionamientos. Y, por lo tanto, carecemos de padres referentes, que sean hombres íntegros, maduros internamente y que estén conectados con su polaridad femenina igual que la masculina. Que sean congruentes. No es un reproche. Los hombres y padres que nos precedieron también han sufrido el dolor y la vivencia de la mente patriarcal. Así, pues, creo que es una realidad generalizada, pero también tenemos delante de nosotros una oportunidad para hacerlo diferente. Por nosotr@s y por los que vienen detrás.
Así, pues, si te apetece, para empezar a practicar, me gustaría invitarte a que te observes a ti mism@ cuando te relacionas, y que tomes consciencia de qué conductas y condicionamientos se ponen en funcionamiento cuando lo haces. Si además tienes pareja e hij@s, aprovecha cada momento para verte, momento a momento, como si observaras una película en la que ves a otr@s personas actuando. Observa y no juzgues. Describe lo que ocurre (aquí tienes algunos recursos para hacerlo). Con ell@s verás que es más intenso y profundo que con otr@s personas que no tienes tanta confianza y vínculo, pero te aseguro que será revelador hacer este simple paso para darte cuenta de lo que actúa y habita en ti.
¡Si te apetece contarme la experiencia, estaré encantado de leerte y conversar sobre ello! ¡Anímate!
No quiero que la oscuridad me impida ver y dar luz
Sinceramente, como ya te he contado, sufro cuando la oscuridad se apodera de mí. Cuando ella ejerce su poder y su presión en mí a través de sus propias armas. Me siento sucio, vulgar y arcaico. Primario y sin recursos internos para generar conexión, intimidad y apertura. Sin capacidad para empatizar ni para tener un diálogo coherente, sincero y amable. En definitiva, me siento sin amor ni vida.
Y con todo ello me pregunto:
¿Qué padre muestro a mi hija cuando la oscuridad hace acto de presencia?
¿Qué pareja soy cuando actúo y vivo bajo el poder de la masculinidad patriarcal que hay en mí?
¿Habrá algo de bonito y positivo en todo esto?
Detrás de las preguntas no hay un anhelo de perfeccionismo encubierto, o sí, no lo sé con certeza. Lo que sí te puedo asegurar es que no quiero que los valores, actitudes y comportamientos de la masculinidad patriarcal sean los que dirijan mis relaciones, ya sea conmigo mismo, con mi pareja, con mi hija y con las otras personas que me vinculo y relaciono.
Por eso, siento que la paternidad es una oportunidad para transformar el modo de relación que uno mismo tiene consigo y con los demás. Siento que abre la posibilidad de poder revisar desde qué lugar uno se relaciona y se vincula. Permite darse cuenta de hasta qué punto uno es capaz de abrirse, mostrarse vulnerable y reconocer que no sabe o que no llega, e incluso nos ofrece el espacio para acercarnos a otra intimidad y autenticidad. En este sentido, me gusta mucho una frase de la contraportada del libro “La voluntat de canviar. Homes, Masculinitat i Amor”2 de Bell Hooks, que dice:
“Todos necesitamos amar y ser amados, incluso los hombres. Pero para conocer el amor, los hombres han de poder ver las maneras como la cultura patriarcal les impide conocerse a sí mismos, estar en contacto con sus sentimientos, amar.”
Por qué los hombres que somos padres podemos darnos la oportunidad de aprender a amar y de permitirnos que l@s otr@s nos amen. Haciéndonos cargo y cuidando de la infancia con naturalidad, con todo lo que somos, siento que hacemos un paso de gigante hacia ello. Porque dejar que nos toquen dentro, sentirnos vistos y conmovidos por el amor sin más que nos brindan l@s hij@s en sus múltiples formas, es una manera de transformar la mente y la cultura patriarcal que está en nosotr@s.
Que se disuelvan las resistencias y las corazas que hemos construido y despleguemos la ternura, la escucha atenta y sincera, el tacto, la dulzura, la comprensión, la sensibilidad, la vulnerabilidad, la intimidad, el no juicio y la comunicación asertiva, entre otras muchas más. En el fondo, quiero que la paternidad me acompañe en mi desarrollo de aquellas cualidades de la naturaleza humana que se atribuyen a la mujer o a lo femenino y que ya están en mí. Que me acerquen a ver más claro, con más luz y menos oscuridad. A ver con los ojos del corazón y no los de la mente.
Y tú, padre y hombre, ¿sientes que la paternidad y la crianza te invitan a dar el paso, a explorar todas estas partes que ya están en ti, pero desconoces?
¿Tu relación con la infancia te pide nuevos lenguajes y formas de relacionarte que hasta ahora no sabías usar? ¿Te generan incomodidad? ¿Dolor? ¿Incapacidad? ¿O todo lo contrario?
Si es así, quiero decirte que estoy como tú y que estoy aquí contigo. No estás solo en este viaje.
Gestando la esperanza
Para terminar con energías de esperanza para la construcción de una humanidad más amorosa, quiero compartir contigo un extracto del libro ya mencionado de Bell Hooks “La voluntat de canviar”3. Hace referencia a que las mujeres, y yo añadiría las madres también, tienen un papel trascendente en la apertura al amor y a amar en los hombres y en los padres en particular. No lo expone como una responsabilidad añadida hacia las mujeres, sino que lo sitúa como una forma de dar espacio y reconocer lo bello y hermoso que hay en la masculinidad y que es necesaria para una vida íntegra.
“Demostremos nuestro amor por la masculinidad, por los hombres, trabajando para curar las heridas de los hombres que sufren y las nuestras, las de las que damos testimonio. Muchas de nosotras hemos experimentado realmente que reconocer las maneras en las que nos han herido es a menudo un proceso más simple que encontrar y sostener una práctica de curación. Vivimos en una cultura en que se ha aceptado e incluso se ha promovido a las mujeres a dar soporte incondicional a los hombres que hacen un trabajo de destrucción. Pero aún tenemos que crear un mundo que nos pida que apoyemos a un hombre cuando busca la curación, cuando busca la recuperación, cuando trabaja para ser creativo.
El trabajo de recuperación relacional masculino, de reconexión, de formar intimidad y hacer comunidad, no se puede hacer nunca solo. En un mundo donde los niños y los hombres se pierden cada día, hemos de crear guías, señales, nuevos caminos. Se está gestando una cultura de curación que empodere a los hombres para el cambio. La curación no tiene lugar en el aislamiento. Los hombres que aman y los hombres que anhelan amar lo saben. Les tenemos que dar apoyo, con el corazón abierto y los brazos abiertos. Hemos de estar preparadas para abrazarlos, para ofrecer un amor que pueda dar cobijo a su espíritu herido mientras buscan el camino hacia a casa, mientras ejercen la voluntad de cambiar.” (p.163)
Si eres padre y te has sentido o visto reflejado con algunas de las frases y experiencias aquí explicadas, te agradeceré muchísimo que si lo sientes, me lo hagas saber. Si eres mujer, madre, o como tú te definas, también. Siento que es importante que entre nosotr@s nos podamos mostrar y escuchar a través de compartir lo que nos une, ya sea dolor, amor, alegría o tristeza. Por qué sí. Los hombres y los padres en concreto necesitamos aprender a desplegar nuestro arquetipo femenino y aprender muchísimo de la capacidad de las mujeres para generar tribu y sentimiento de comunidad desde la vulnerabilidad. Aquí tenemos un largo y profundo camino a recorrer los hombres y los padres en particular. Así que me encantará recibir tus palabras, tus sentires y lo que tú quieras compartir conmigo si este texto te ha generado algo en esta dirección, ya seas padre, madre o como tu mism@ te percibas y definas. Aquí te espero con los brazos abiertos.
¡Un fuerte abrazo y seguimos!
Naranjo, C. (2010). La mente patriarcal. RBA Libros.
Hooks, B. (2021). La voluntat de canviar. Homes, masculinitat i amor. Tigre de Paper.
Hooks, B. (2021). La voluntat de canviar. Homes, masculinitat i amor. Tigre de Paper.
molt interessant i em ressona aquesta foscor que s'apodera de mi en ocasions i que en d'altres la miro amb rebuig. Sembla una energia incontrolable que surt quan menys l'esperes i aprendre a donar-li espai i sostenir-la pot ser la solució per evitar que surti amb dany... Gràcies