
A menudo me he cuestionado qué es lo que vemos en realidad cuando estamos con otra persona, y en concreto, cuando nos estamos relacionando con la infancia. A lo largo de mi experiencia en el mundo de la educación, pero sobre todo como padre, me he dado cuenta de que las relaciones que mantenemos con los niños y las niñas se basan, o mejor dicho se construyen, mediante lo que creemos que es y debería hacer la otra persona y no quién es y como actúa auténticamente.
Me explico con dos ejemplos de relaciones con la infancia.
Una experiencia escolar
Un grupo de niños y niñas de entre seis y nueve años se encuentran decidiendo los papeles que quieren representar cada uno de ellos en una pequeña función teatral que están preparando. En principio, la situación transcurre con cierta normalidad, en el sentido que están hablando y tomando decisiones efusivamente, pero con cierta organización y usando su propio criterio como grupo. De repente, cuando es el momento de escoger el personaje central, hay una niña que empieza a llorar al ver que después de la conversación grupal, ella finalmente no podrá representar al personaje. La niña se marcha a un rincón, y el resto del grupo continúa con la preparación de la función sin darse cuenta de que su compañera ya no está entre ellos. La educadora no se encuentra cerca de la situación y no sabe exactamente qué ha ocurrido. De repente, se percata de que la niña está en un rincón llorando y su primer mensaje interno es: “Solamente está llorando porque hoy no consigue lo que quiere”, se acerca a la niña y sin preguntar le dice: “tranquila, a tod@s nos ha pasado alguna vez. Cuando quieras puedes volver con el grupo y continuar con la actividad.” Posteriormente, la educadora se marcha y prosigue con sus tareas.
En esta situación, ¿Qué es lo que has pensado en un primer momento? ¿Qué es lo que ves con respecto a la niña que está llorando? ¿Y con el grupo? ¿Y la educadora? ¿Todos habremos visto lo mismo?
Una experiencia personal
Hace unos meses, cuando mi hija estaba comiendo y exploraba la comida usando sus manos y todos sus sentidos con un estado de exploración infinito, al cabo de un rato, la situación me hacía estallar interiormente. Dentro de mi cabeza aparecían frases como por ejemplo “la comida no se tira”, “está despreciando las lentejas” o “¿cómo puede ser que no se coma lo que le he preparado?” Estas frases estaban configurando mi percepción de la realidad, y, por lo tanto, lo que estaba viendo de lo que estaba aconteciendo. Además, estas frases podían guiar mis respuestas y acciones en la situación en función de lo que me estaba contando de la realidad. En este punto, tomé la decisión de pararme porque algo dentro de mí me decía que por aquí no, e hice lo siguiente:
Me paré y respiré profundamente
Me cuestioné si realmente mi hija estaba haciendo lo que “Yo” estaba viendo
Me cuestioné si realmente estas frases que me estaba contando eran propias y de dónde venían si no eran “mías”
No actué bajo estas frases con mi hija. Paré y lo compartí con mi compañera para “ver”, entre los dos, que me estaba pasando
Esto me sirvió mucho para darme cuenta de que me estaba mirando a mí y pasando la realidad por el filtro de mis creencias, programaciones mentales y constructos adquiridos y construidos, en lugar de ver a mi hija en un momento de su desarrollo vital.
Entre Ver y Creer
Como habrás leído, en el primer caso te he compartido una experiencia sobre una situación educativa en un contexto más o menos formal. Esta nos sirve para observar qué papel juegan en nosotros las miradas que usamos y, a la vez, desde dónde las empleamos a la hora de acompañar a la infancia en distintas situaciones relacionales y de aprendizaje. ¿Recuerdas qué has visto con respecto a la niña que lloraba? ¿Puedes ver otras posibilidades ahora?
En el segundo caso, totalmente personal, te he compartido una forma que he aprendido para tomar consciencia y, con ello, poder autoregularme delante de una situación que desborda y activa un conjunto de creencias y patrones inconscientes que pueden guiar mi forma de acompañar a mi hija.
En los dos casos, hay dos denominadores comunes que se manifiestan a través de la interacción con la infancia. Lo que ES y lo que CREO que ES.
Lo que CREEMOS que ES está regido por el conjunto de nuestras creencias, preconcepciones, juicios, ilusiones, fantasías y conclusiones totalmente precipitadas, basados en nuestros propios significados de lo que está ocurriendo. Es una construcción o interpretación de la realidad e influye directamente en la manera en que respondemos y actuamos, a menudo reaccionando en lugar de respondiendo. El foco está en mí.
Cuando VEMOS lo que ES, no hay filtros. No existen los juicios, las suposiciones, las creencias o las heridas proyectadas en acción. Existe la pura y simple comprensión de la realidad tal cual es. Con todos sus matices, imperfecciones, belleza y también dolor. Y eso, es la presencia revelándose, manifestándose en el aquí y ahora. El foco está en nosotros.
(Des)-cubrir la realidad
Para ir (des)-cubriendo poco a poco la realidad mientras acompañamos a la infancia, te invito, si te apetece, ha hacer lo siguiente1:
Escoge una situación que te haya parecido incómoda, desconcertante, intensa o emocionante y en la que la infancia esté presente. Puedes ser con tu criatura, tus alumn@s, l@s hij@s estén presentes. Es importante que las personas de la situación tengan una función activa.
Cuando la tengas, descríbela con la máxima profundidad y contempla todas las posibilidades de lo que VES en la situación. No lo que estás INTERPRETANDO. Este paso es relevante. No interpretar nada, solamente describir. Lo puedes hacer escribiendo o usando una gravación de voz o el formato que te sea más cómodo para poder describir y ver.
Una vez terminado el punto anterior, comparte la actividad con otro padre/madre, con tu pareja, con otr@ maestr@ o educador/a o con una persona de confianza y pídele que es lo que VE en la situación que les has compartido. Recuerda: sin interpretar, solo describir. Junt@s intentad explorar múltiples posibilidades de describir lo que VEIS y poned en suspense el juicio, la suposición, el debería y todo lo que forma parte de la esfera de la interpretación, ya que interpretar implica filtrar. Y filtrar implica usar la mente. Para ayudaros entre vosotr@s, haceros preguntas que cuestionen vuestras descripciones y os inviten a ir sacando capas de interpretación.
Cuando hayáis terminado de explorar y no tengáis más posibilidades, anota y guarda contigo todo lo que has visto y que no habías visto hasta ahora.
¿Has ampliado la mirada con respecto a tu descripción inicial? ¿Has podido identificar alguna capa o algún filtro que habías usado en tu descripción inicial de la que no eras consciente? ¿Te has dado cuenta de algo que no habías visto hasta ahora y que condiciona tu forma de acompañar a la infancia? ¿Harás algo diferente a partir de ahora?
Deseo que las respuestas a estas preguntas sean afirmativas y que, de algún modo, puedas empezar a crear nuevas acciones y modos de relación con la infancia en ti basadas en lo que VES que ES y no en lo que CREES que ES.
Esto solo acaba de empezar
Personalmente, lo que te acabo de compartir, a mí me sirve para ir acercándome cada vez más a momentos de más presencia, conexión y autenticidad en mi relación con mi hija, pero también me sirve con otros niños y niñas con las que interactúo. Incluso con personas adultas, ya que esto es un proceso, el de Darme Cuenta de lo que es, que me acerca a estados de más comprensión y respuestas sentidas, en lugar de interpretaciones y reacciones descontroladas. Deseo que así sea para ti también y que sea el inicio de una forma de estar y acompañar a la infancia que se aproxime más al corazón que a la razón.
¡Un fuerte abrazo y seguimos!

Fuente de inspiración de la actividad:
Rodgers, C. R. (2002). Voices Inside Schools. Seeing Student Learning: Teacher Change and the Role of Reflection. Harvard Educational Review 72 (2): 230–254. https://doi.org/10.17763/haer.72.2.5631743606m15751